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Shita-kiri Suzume

Érase una vez un pobre viejo leñador con su esposa, que se ganaba la vida cortando madera y pescando. El anciano era honesto y amable, pero su esposa era arrogante y codiciosa. Una mañana, el anciano fue a las montañas a cortar madera y vio a un gorrión herido pidiendo ayuda a gritos. Sintiendo lástima por el pájaro, el hombre lo llevó de vuelta a su casa y lo alimentó con arroz para tratar de ayudarlo a recuperarse. Su esposa, siendo muy codiciosa y grosera, estaba molesta de que desperdiciara comida preciosa en una cosa tan pequeña e insignificante como un gorrión. El anciano, sin embargo, continuó cuidando al pájaro.

El hombre tuvo que regresar a las montañas un día y dejó el pájaro al cuidado de la anciana, que no tenía intención de alimentarlo. Después de que su marido se fue, salió a pescar. Mientras no estaba, el gorrión se metió en un poco de almidón que se quedó fuera y finalmente se lo comió todo. La anciana estaba tan enojada a su regreso que cortó la lengua del pájaro y lo envió volando de regreso a las montañas de donde venía.

El anciano fue a buscar al pájaro y, con la ayuda de otros gorriones, encontró su camino hacia un bosque de bambú en el que se encontraba la posada del gorrión. Una multitud de gorriones lo saludaron y lo llevaron a su amigo, el pequeño gorrión que salvó. Los otros le trajeron comida y cantaron y bailaron para él.

A su partida, le presentaron una canasta grande o una canasta pequeña como regalo. Siendo un hombre mayor, eligió la canasta pequeña, ya que suponía que sería la menos pesada. Cuando llegó a casa, abrió la canasta y descubrió una gran cantidad de tesoros dentro. La esposa, al enterarse de la existencia de una cesta más grande, corrió a la posada del gorrión con la esperanza de conseguir más tesoros para ella. Eligió la canasta más grande, pero se le advirtió que no la abriera antes de llegar a casa.

Tal era su codicia que la esposa no pudo resistirse a abrir la canasta antes de regresar a la casa. Para su sorpresa, la caja estaba llena de serpientes mortales y otros monstruos. La asustaron tanto que cayó por la montaña, presumiblemente hasta su muerte.

MoralEdit

  • La pureza de la amistad supera el mal de la codicia y los celos.
  • La codicia solo conduce a la propia desaparición.